Por fin salió el sol y aunque estaba bien en casa, fuera andaba el aire tan libre como yo, por lo que vencí la pereza, y con la cámara al hombro, me subí al coche con la simple idea de mirar y respirar hondo.
Hace tiempo que quería perderme por la carretera de Isla Mayor e ir parando donde me naciera, y me resulta curioso que haya tardado tanto teniéndola tan a mano. Quizás, con el afán por descubrir, siempre pensamos en volar lejos y lo de al lado lo dejamos de lado. Una estupidez.
En esta mini aventura, un color, una bandada de pájaros, los charcos y los juncos o una simple casa al sol, hacen que me baje y suba al coche decenas de veces. Dirán que por qué no dejé aparcado el trasto y caminé. La razón fue simple: millones de mosquitos dispuestos a devorarme, o eso pensé yo. Me dio igual no estirar de paso las piernas, disfruté con el verde –que estaba bien verde–, y sorteé con cuidado el barro y los miles de baches, no sin pensar que podría en uno de ellos quedarme.




Cuando el sol empezó a perderse, me fui por donde vine hasta que le ví por el espejo retrovisor. Fue imposible no frenar y salir de nuevo a encuadrar lo que me estaba dejando atrás. Él a mí, que no lo contrario.


Soldevillaa
Precisosa fotos ….acompañada de tus comentarios …
Todo refleja tu sensibilidad
Gracias por compartilas
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Mil gracias, Blanca. Me encanta que me lo digas tú que tienes tanto arte!!!
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Muchos recuerdos por es zona. Fotos preciosas. Suerte de haber tenido ese disfrute.
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Gracias, Mercedes! De eso se trata, de disfrutar, de sentir. Así no falla la magia:))
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