Dicen que la edad te cambia, que te transforma. El envoltorio, desde luego. De pie estoy frente al espejo y aunque me sigo reconociendo, no cabe duda alguna. Todas las facciones afinadas; los músculos, más relajados de la cuenta. La piel con sus heridas de guerra. Las benditas arrugas, las que suben o bajan a compás de las emociones. En fin, el tiempo haciendo su trabajo.
Pero, si cierro los ojos, siento a la que sus propios sueños la convierten en diamantino, como el tren de engranaje del calibre de un buen reloj. Y ahí me aferro alejándome hasta de mi propia sombra, porque prefiero seguir moviéndome hacia delante que penar. Con mi mente, la que no caduca, la que un día parará a la par que mi consciencia. La que se activó cuando mi vida se puso en marcha. La misma que nace y muere.
Soldevillaa

@soldevillaa