
Cada vez, con más frecuencia, incordio a la mañana despertándole cuando sigue a oscuras. A ella no le importa si me rumia el caos en la cabeza o si echo en falta mil abrazos. Sigue impasible en su negritud por lo que me dedico a cosas mecánicas que, al final, me dispersan de la belleza con la que, a su hora, asoma en el horizonte.
Pero, cuando le cojo la vez y me permite ser parte de su amanecer, logra que me sienta dentro del milagro de ser y estar un día más en este mundo.
Y me olvido de todo lo que me lleva a la oscuridad.
Soldevillaa